Los topos son aquellas personas que se escondieron de la represión franquista.
Los autores Manu Leguineche y Torbado han publicado un libro en el que se habla de las historias referidas a personas que sufrieron el aislamiento durante años y años. Para ello, los autores entrevistaron a personas escondidas que habían sido alcaldes, furtivos, abogados o milicianos.
La vida oculta de estas personas se desarrolló en sus casas. Sin salir de ellas durante años, como Protasio Montalvo, alcalde republicano de Cercedilla, pasaron sus vidas haciendo trabajos domésticos o cuidando a sus hijos, mientras sus esposas tenían que salir a trabajar y ganarse la vida.
Pero la vida en la oscuridad no fue tan fácil para todos. Se ocultaron en desvanes, sótanos, despensas y pocilgas, como nos relatan los autores del libro. El caso de Saturnino Lucas, es un ejemplo. Vivió en una casucha debajo del tejado que media 63 m. y sufrió temperaturas de 45 grados en verano y 25 bajo cero en invierno. Sobrevivió escribiendo miles de cuartillas.
Juan Jiménez Sánchez, El Cazallero, el último maquis de la sierra malagueña, acabó ocultándose en el hueco de un poyete en la casa de su novia. El Cazallero tenia miedo que la persona que le ocultaba confesara la verdad. El cazallero contó que a su novia le había ofreció un capitán un millón de pesetas y ponerla en cualquier país del mundo si le decía donde estaba él.
Los autores Manu Leguineche y Torbado han publicado un libro en el que se habla de las historias referidas a personas que sufrieron el aislamiento durante años y años. Para ello, los autores entrevistaron a personas escondidas que habían sido alcaldes, furtivos, abogados o milicianos.
La vida oculta de estas personas se desarrolló en sus casas. Sin salir de ellas durante años, como Protasio Montalvo, alcalde republicano de Cercedilla, pasaron sus vidas haciendo trabajos domésticos o cuidando a sus hijos, mientras sus esposas tenían que salir a trabajar y ganarse la vida.
Pero la vida en la oscuridad no fue tan fácil para todos. Se ocultaron en desvanes, sótanos, despensas y pocilgas, como nos relatan los autores del libro. El caso de Saturnino Lucas, es un ejemplo. Vivió en una casucha debajo del tejado que media 63 m. y sufrió temperaturas de 45 grados en verano y 25 bajo cero en invierno. Sobrevivió escribiendo miles de cuartillas.
Juan Jiménez Sánchez, El Cazallero, el último maquis de la sierra malagueña, acabó ocultándose en el hueco de un poyete en la casa de su novia. El Cazallero tenia miedo que la persona que le ocultaba confesara la verdad. El cazallero contó que a su novia le había ofreció un capitán un millón de pesetas y ponerla en cualquier país del mundo si le decía donde estaba él.
Otro ejemplo es el de Manuel Cortes, que pasó 18 años sin salir de su casa. La ventana y la radio eran su único contacto con el mundo exterior. Pero estaba bien informado, porque Leguineche dice que "Cuando salió, con 64 años, estaba al tanto de bodas, bautizos y funerales".
Según los datos de su biografía, Vicente Sos Baynat pasó 10 años escondido en Madrid. Se dedicó fundamentalmente al estudio,en el campo de la biología se marcho a Extremadura y fue el creador del Museo de Geología de Extremadura en Mérida gracias a su donación de su colección mineralógica petrológica y paleontológica se creo este museo .
Vicente Sos Baynat
Protasio Montalvo fue el último topo en salir, en 1977.
La vida de los topos la podemos ver reflejada en películas, como, ejemplo, Los girasoles ciegos .
La película recrea la atmósfera truculenta de los años 40 mostrando una violencia amparada por el abuso de poder de los vencedores, sean éstos militares o clérigos. Las víctimas son los miembros de la familia de Ricardo.
Hubo muchos "topos" al finalizar la guerra, algunos de ellos resistieron hasta los años 60 en condiciones infrahumanas, escondiéndose en buhardillas de un metro de altura o en la oscuridad de sótanos inmundos. Sus vidas fueron un suplicio a cámara lenta y sus familias vivieron en una angustia permanente.
Hubo muchos "topos" al finalizar la guerra, algunos de ellos resistieron hasta los años 60 en condiciones infrahumanas, escondiéndose en buhardillas de un metro de altura o en la oscuridad de sótanos inmundos. Sus vidas fueron un suplicio a cámara lenta y sus familias vivieron en una angustia permanente.